5 de marzo de 2012

Las espigas

Las espigas

EspigasCuando se habla de espigas, a uno le vienen a la cabeza imágenes florales que rara vez se corresponden con la amenaza que pueden suponer para sus mascotas. Por este motivo proponemos el siguiente artículo, que trata de echar algo de luz sobre los problemas que puede suponer que los animales (especialmente los perros, propensos a meter el hocico en todas partes) acaben poniéndose en contacto con ellas.

Definición

Con forma similar a la de una flecha o un arpón poblada de ganchos más pequeños, se entiende por espigas a las semillas por las que se reproducen las plantas de tipo gramíneo, como el trigo o similares. Y constituyen el medio de reproducción de las mismas porque, precisamente, sus características morfológicas permiten el desplazamiento de sus semillas de un lugar a otro; cuando un animal (o cualquier otra superficie peluda) toca las plantas a su paso, estas liberan las espigas, que se enganchan firmemente a su presa para liberarse en el momento más adecuado para su eclosión.

El peligro

Si todo se limitara a un mero transporte, la amenaza sería relativa. El problema de las espigas es que tanto por su morfología como por su robustez, tan pronto como entran en contacto con el animal no retroceden, sino que van escalando por el pelo con cada movimiento hasta dar con la piel, y luego penetran en su organismo ya sea atravesándola, o a través de ojos, oídos, fosas nasales, boca o heridas cutáneas. En todos los casos, la infección está garantizada, pero de no detener a tiempo el problema, la situación puede agravarse hasta el punto de poner en serio peligro la vida de una mascota.

Infecciones

Oídos

Estos son los casos más frecuentes. En cuanto el perro (en especial las razas de pelo largo y orejas caídas) comienza a sacudir la cabeza con fuerza y a caminar inclinándose hacia un lado, cuando se queja y se rasca, es probable que se deba a la presencia de espigas. En cuanto se adentran en el oído provocan otitis agudas y dolores intensos, llegando a perforar el tímpano en caso de acceder a él. Se trata de una infección tan extendida como delicada, que necesita de un veterinario para la total extracción de la semilla.

Pezuñas

Otro de los contagios más típicos es el que se da mediante la presencia de espigas entre los dedos, muy especialmente si al animal le llega el pelo largo a las pezuñas. Si no se ven a tiempo, las semillas avanzan hasta acabar contactando con la piel, introduciéndose a través de ella y provocando infecciones que empeoran con cada movimiento hacia delante de las mismas. Las consecuencias más inmediatas se traducen en heridas sangrantes y supurantes, y agudas cojeras del animal (que no dejará de lamerse la zona afectada). Si el dueño intenta extraer la espiga por su cuenta, puede empeorar la situación puesto que difícilmente podrá sacarla en su totalidad, por lo que una vez más, se trata de una tarea que debe ser puesta en manos de un profesional.

Ojos

El ojo es otro de los lugares en que las molestas semillas pueden y suelen engancharse, colocándose entre los párpados y accediendo al sistema a través de ellos. Es una infección muy dolorosa para el perro, que puede desembocar en graves úlceras de córnea si no se cura con rapidez, e incluso requerir de intervenciones quirúrgicas. Por este motivo, conviene asegurarse de que no queda ningún resquicio tras su extracción, en especial en los casos en que las espigas hayan llegado a introducirse con bastante profundidad.

Fosas nasales

Un perro tiende a olerlo todo, y claro, con que su hocico se acerque a la planta incorrecta, puede acabar con una indeseable sorpresa. Cuando las espigas se introducen en sus orificios nasales, el animal reacciona estornudando profusamente, resultado de una irritación nasal que puede desembocar en una hemorragia. Para sacar el elemento intrusivo del cuerpo del perro, suele ser necesaria una anestesia general, puesto que suele ser una operación sumamente delicada que puede complicarse muy fácilmente. Si no se detecta con rapidez, puede seguir avanzando e incluso llegar a causarle la muerte al animal.

Boca

Cuando una espiga contacta con las fauces de un perro, lo más normal es que se adhiera a sus encías con la correspondiente infección. Molesto, pero no demasiado complicado salvo que acaben contactando con las glándulas salivares, en cuyo caso la inoculación es más peligrosa. Si el animal llega a ingerirlas, los problemas se pueden agudizar, por lo que en estos casos la velocidad se hace primordial a la hora de visitar al veterinario.

Otras

Hasta ahora hemos hablado de los problemas más habituales que suelen originar las espigas, pero como decíamos al principio, el peligro está presente siempre, con indiferencia de la región del cuerpo que se ponga en contacto con ellas. No es tan frecuente, pero tampoco es raro encontrarse con infecciones en los órganos reproductores, bajo los pliegues de la piel (en el cuello, por ejemplo) o incluso a niveles internos, con las consecuentes complicaciones médicas.

Cómo prevenir problemas

Es muy complicado evitar que un perro se acerque, antes o después, a una planta de estas características. En especial en los momentos del año en que eclosionan, que suelen coincidir con los últimos compases de la primavera, y en cuyos periodos su presencia es masiva. En todo caso, pueden intentar evitarse zonas potencialmente peligrosas durante los paseos, y al final de cada uno, revisar a fondo los cuerpos de las mascotas, cepillando su pelo y prestando especial atención a las zonas antes tratadas (que deberán contar con un cuidado especial durante esos periodos). Toda precaución es poca, así que puede que ni con estas se consiga evitar el contacto con las espigas. Si se detectan a tiempo, deben extraerse con prontitud, antes de que lleguen a tocar la piel. Si no, hay que estar alerta al comportamiento del animal, y al primer síntoma, acudir al veterinario para que las extraiga correctamente.

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