29 de mayo de 2013

Un niño y un perro

Un niño y un perro
D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

Un perro, en palabras de Javier Manteca, es un lobo que nunca alcanzará la madurez. Un niño, es un cachorro de homínido evolucionado que tarda casi dos décadas en conseguirlo. Ya que ambas especies estamos de alguna forma, unidos en la Evolución y que nos atan unos lazos superior al de cualquier otra veamos, en este pequeño cuento de Navidad, la realidad de la crianza conjunta de ambos cachorros.
Cuando el nuestro empiece a andar, el otro estará meando contra los árboles acabada su fase juvenil. Los instintos filogenéticos del perro en ese periodo, se habrán desarrollado con más celeridad que los del hombrecito. El imprinting del can terminará antes que el del niño, el perro estará jerarquizado antes de que el pequeño vaya a la guardería y así, aparecerán un sinfín de desigualdades cronológicas en la crianza de ambos cachorros.
En países de cultura occidental, los Reyes Magos, Papá Noel o Santa Claus regalan cada vez con mas frecuencia, cachorros de perro a las familias recién visitadas por la cigüeña, con la sana intención de que se críen juntos; ¡que relación tan bonita y peligrosa para ambos mamíferos!.
Estamos en el seno de una familia media como la del autor o como la suya, lector. Papá, líder biológico por cuestiones de Testosterona y paternidad. Mamá, líder del territorio por rango y progestágenos. Hay un hijo de tres años que, como todos a su edad, es un pequeño tirano que demanda constantemente, recurso y juego de sus progenitores. En medio de esta "manada" aparecen simultáneamente, un cachorrito de perro y un hombre recién nacido. El primero, en tan solo 7 semanas, aprende a alejarse de Papá cuando está malhumorado, a buscar a Mamá cuando tiene hambre y a huir sistemáticamente de la fuente de conflictos que representa el tirano. El segundo, en ese tiempo, solo aprender a llorar con fuerza, para solicitar mas cuidados parentales de los que realmente necesita.
El perro le ha mordido al tirano
El cachorro ignora olímpicamente al pequeño humano que pasa el día entre los brazos de Mamá y la "caja" donde descansa de no hacer nada. El otro hombrecito es el peligroso. Trata de sacarle un ojo con el afán cognitivo de averiguar que hay detrás, le introduce un palo en la oreja con el propósito de dejarlo sordo e incluso, le disputa el juguete o golosina que ambos especímenes se niegan a compartir. En el fragor de la batalla, el perro resulta aporreado y el niño mordisqueado. ¿Cómo te has atrevido a morder a Juanito?. El médico de urgencias aprecia unos inexplicables pinchazos en la delicada piel del tirano pero Papá, le aclara que su hijo ha sido mordido por un perro. ¡Drama social!.
El perro asusta al cartero
Han pasado cuatro meses. El bebé ya comienza a retorcer la oreja del perro cuando este se pone a su alcance. El tirano ha aprendido a no entrar en el cuerpo a cuerpo con el cachorro ya que este último ha desarrollado mucha habilidad en el combate mientras el humano solo ha aprendido a barajar la ecuación costes-beneficios. No obstante parece que se llevan mejor. Sus relaciones de jerarquía son mas adecuadas y la comunicación interespecífica se hace cada día mas fluida. Los dos aprenden a convivir y a desarrollar juntos los instintos lúdico-gregarios que todos los cachorros de mamífero poseen.
El cachorro ha aprendido cual es su sitio en la manada respecto a los líderes adultos y al informal tirano. El territorio inicial se amplía con el jardín. Un mundo de olores lo hacen irresistible para él y trata de permanecer allí, todo el tiempo que puede
Solo tiene un problema sin resolver. Periódicamente, un humano trastea en la valla y luego se va. El cachorro ya ha desarrollado la defensa territorial y no acepta el que, un buen día, el humano se empeñe en manipular algo que el perro considera propiedad de la manada. El portillo está abierto y el cachorro, con mas miedo que decisión, corre hacia él mientras ladra con un gruñido que apenas le sale del cuello. El hombre sale disparado y le cuenta al policía del barrio que un perro enfurecido ha tratado de destrozarlo. ¡Drama social!.
El perro mea el Prunus de Papá
Otros cuatro meses transcurren para la "feliz manada". El bebé comienza a andar y, por supuesto, considera que el mejor taca-taca es el cachorro. Los mechones de pelo que le arranca cubren el suelo y Mamá se enfada como si el perro los tirara voluntariamente.
Papá se dirige a él y le habla como si realmente lo entendiera. El tirano discute y pelea con el cachorro a brazo partido. Ya no hay problemas de lesiones en la batalla porque el perro, no solo considera que el hombrecito lleva siempre la razón, sino que encima, se la da.
El cachorro ya ve al tirano como a un pequeño líder y no está dispuesto, bajo ningún concepto, a enfrentarse con un aprendiz de hombre que, aparte de ser su amigo, es inteligente y con una capacidad infinita de inventar desastres de los que luego él será el responsable.
Últimamente, ha aprendido a levantar la pata para orinar sobre todo, cuando una perrilla, de la casa vecina, se pasea cerca de la valla. Siente una necesidad imperiosa de evacuar sus feromonas y marcar el territorio. Para este fin, nada mejor que un arbolito que Papá sembró recientemente en el jardín aunque la consecuencia es que el Prunus acaba secándose.
Mamá comenta en su círculo de amistades, un artículo que ha leído recientemente en el que especifican que la micción y/o defecación inadecuada es la segunda causa de eutanasia canina. ¡Mi perro acabará dejándonos sin jardín! ¡Drama social!.
El perro es un buen amigo de mis hijos
Después de unos meses, vuelve la Navidad. El Bebé cumple un año, ya anda solo y sabe el nombre del perro. Trastea los ojos, boca y orejas del animal pero con menos saña que el tirano. El perro lo lame desarrollando de esa forma, un ancestral rito social, lo cuida como a un cachorrito de su especie y, sobre todo, le aguanta mas faenas que a un congénere.
Papá disfruta con su compañía y Mamá ha dejado de temer a los delincuentes callejeros cuando pasea con él por la calle. ¡Tiene a su perro para defenderla!. ¡Estoy segura que se dejaría matar por mí!.
El pequeño tirano y el perro han firmado un pacto de no agresión y respeto mutuo. El segundo participa de buen grado en todas las trastadas de su amigo aceptando encantado, el castigo inherente, con culpa o sin ella.
El cartero se ha reconciliado con "la fiera" y cuenta a sus amigos, como el perrazo mueve la cola mientras él manipula el buzón de la valla.
Las ratas han abandonado el garaje y la puerta de la calle siempre está entornada. ¡En casa está nuestro perro!.
Al cabo de varias Navidades, se publica un estudio sobre la influencia positiva de los perros en la cría y educación de los niños. Papá lo lee mientras, con aire despectivo sentencia: ¡eso ya lo sabía yo!. Mamá asiente con la cabeza y el tirano busca, con la mirada, la de su viejo amigo. El perro mientras tanto, lame las costras de las heridas del más pequeño de la casa.
He descrito, en este pequeño cuento, las situaciones corrientes en millones de bondadosas familias, que todos los años y, en cualquier lugar del mundo, aceptan un cachorrito como compañero de sus hijos.
Evidentemente y, según estadísticas recientes de sociólogos estadounidenses, la presencia de un perro en la vida de un niño, parece que disminuye las tendencias a las futuras desviaciones de conducta, neurosis y depresión. Lo creo a pié juntillas pero....¿no será que las familias que adoptan a un perro tienen una capacidad para educar a sus hijos superior que aquellas en la que la convivencia con otra especie solo representa un grave problema?.
No sería imparcial si no aceptase el hecho de que hay perros que, por genética o manipulación, son capaces de poner en peligro la integridad física de los humanos. También asumo que, entre los hombres, hay especímenes que no respetan ni el derecho a la vida de los demás. De todas formas y, más aún en Navidad, sigo creyendo en el ser humano y en mis perros.

D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

27 de mayo de 2013

¡No somos iguales!

¡No somos iguales!
D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

Hasta ahora, he hablado de las primeras etapas de la vida de nuestro Truco como si todos los perros fuesen iguales. Básicamente lo son pero, sus diferencias en cuanto a comportamiento, vienen impuestas por la raza, individuo y sexo. En todos los libros que escribo, tiendo a estereotipar el comportamiento canino en el individuo de la raza Pastor alemán no tanto porque sea el más numeroso como porque esta raza, es la número dos en todas las disciplinas en las que es empleada. Este perro no es el primero en nada pero es el segundo en todo, es decir, puede ser empleado en defensa y como lazarillo, en rastro o en guarda, en caza o en pastoreo, en labores policiales o como canguro para niños. Aparte de la utilidad de esta raza, está la "deformación profesional" del escritor que suscribe que, en sus ratos libres, cría ejemplares de Pastor alemán. En mi consulta de comportamiento atiendo a toda clase de perros y eso me lleva a la conclusión de que el que menos guerra da es este buen pastor.
No hay tanta diferencia, en cuanto a comportamiento, entre individuos de distinta raza como entre macho y hembra de la misma. Esto ocurre entre todos los mamíferos, incluidos nosotros, y está marcado por el dimorfismo sexual de la especie (1). Las conductas de macho y hembra obedecen a la necesidad de adaptación, son siempre complementarias y hacen pensar que si la hembra hace esto o aquello o el macho lo otro, se están comportando de la mejor forma posible cara a la evolución. Darwin decía que si un individuo, de cualquier especie, está aquí y ahora es porque está adaptado y elegido por la Selección natural que no es ni más ni menos que la supervivencia del más apto.
Cuando doy clases de Etología y caigo en la tentación de extrapolar conductas universales a la especie humana, invariablemente soy acusado de machista por mis alumnas. Trato de explicar, sin éxito, que las conductas de otorgamiento de cuidados parentales de las hembras son tan importantes como la consecución de recurso y esfuerzo de emparejamiento del macho ya que al final, el esfuerzo reproductor de los dos, es el mismo. En nuestra sociedad humana, en la cual se integra la canina, el machismo y el feminismo actúan como corrientes mediáticas en cualquiera de nuestras actuaciones. Es lógico que esto ocurra debido a la evolución de nuestro intelecto pero, lo que no entiendo es que se regañe a un perro por licitar conductas altamente competitivas o a una perra por someterse al líder de la manada. Ambos están haciendo lo que deben y a ellos, nuestras corrientes filosóficas, les importan un pito ya que solo tratan de buscar las mejores soluciones a los problemas de supervivencia y reproducción.
El macho Truco y la hembra Kika.
Las conductas a las que me refería antes, las sexualmente dimórficas, aparecen pronto en la vida de nuestros cachorros. Cuándo acaba el periodo crítico, ya comenzamos a notar diferencia comportamental entre Truco y Kika... ¿Por qué?. Porque comienzan a entrenarse en las habilidades necesarias para llegar a adultos de distinto sexo. Normalmente nuestros niños, cuando empiezan a jugar, lo hacen con un palo, espada u otro objeto ofensivo. Tampoco tienen empacho en probar su capacidad de depredación frente a un compañero de juegos atizándole con su arma. Se están preparando para competir. Nuestras niñas tienden a inventar juegos más apacibles en los que los muñecos (simulacros de cachorro), son objeto de incipientes cuidados parentales así como el juego de "casitas" que no es más que el aprendizaje de su "ordenación territorial". ¿Esto es malo?. Considero que en ninguna especie es perjudicial que el individuo estimule el aprendizaje de los patrones de conducta necesarios para su supervivencia. Lo malo es convencerlos de que no hay otras formas de conseguir el éxito, sobre todo en la humana.
¡Dejadme solo!.
Esta frase, en España, es muy utilizada por el que pretende enfrentarse, en solitario, al peligro. En el Arte de la Tauromaquia es empleada por el Maestro matador (líder de la cuadrilla) cuando, después de tentar al toro, averigua el peligro que el animal realmente posee y decide enfrentarse a él para realizar "la faena". El torero, en este caso, actúa como el Alfa de manada que percibe la amenaza de un intruso en el territorio. Su obligación de líder es comenzar el combate en solitario protegiendo a sus hembras y cachorros de la depredación e incluso, de su propia sustitución. Si el lector posee más de un perro observará como es el individuo Alfa el que trata de llegar antes a la situación de conflicto. Cuándo alcance el objetivo tratará de apartar a los más débiles de su manada, solo que en su lenguaje, con un mordisco de aviso.....¡Dejadme solo!.
Normalmente esta conducta la presentan los machos. Son más grandes, competitivos y su Testosterona se manifiesta con más facilidad. Cuando el macho se retira para dejar sola a la hembra, debemos pensar que es esta la Alfa de la manada. Suele pasar cuando es la hembra la que cría al macho desde cachorro y, aunque su tamaño sea menor, la antigüedad en el territorio se ha convertido en un potente factor de dominancia.
Los machos de esta forma, van aprendiendo a "invertir" en su progenie ya que, al fin y al cabo, son los portadores de sus genes mientras las hembras se convierten en el último bastión defensivo de sus cachorros y de su propio territorio.
Aprendiendo a seleccionar.
Nuestra Kika va acabando su periodo juvenil y va entrando en un estadío fundamental en la vida de cualquier animal, la reproducción. Para ello ha sobrevivido impidiendo la depredación y buscando recurso. Sus genes le empujan a buscar el compañero ideal, el que posea el mejor material de transmisión para unirlo al suyo e inmortalizarse en la generación siguiente.
Decía en artículos anteriores que nuestros cachorros de ambos sexos, a partir de los cuatro meses ya habían comenzado a licitar conductas sexuales mas o menos molestas para la sensibilidad de algún dueño. Ahora, la protagonista de la primera fase de la reproducción es nuestra perra ya que tratará insistentemente de "elegir pareja" y, casi siempre en contra de nuestras preferencias.
Fisiológicamente no es recomendable que se aparee hasta su segundo o tercer ciclo estral ya que, en el primero (sobre los 10 meses) su organismo no ha completado el crecimiento y madurez. Aún así, ella tratará de conseguir su máxima eficacia genética o éxito reproductor (2) intentando copular en el primer celo. Esta insistencia y la falta de acuerdo con su dueño en la elección del semental adecuado serán casi siempre el primer motivo de desavenencia entre Kika y usted. Quizás a ella no haya tenido que recordarle las jerarquías como a Truco pero seguro que tratará de buscar novio en contra de nuestras preferencias, ¿Por qué?. Cuando nosotros elegimos pareja para nuestra perra, lo hacemos en base a unos parámetros humanos. Debe ser el hijo de Tal o Cual campeón, tener los ojos más o menos oscuros, el color del manto fuerte o difuminado y un montón de caracteres fijados por los jueces en los patrones estándar de los clubes. En esta selección nos olvidamos de algo fundamental y es que los verdaderos especialistas en perros no son los jueces, son las perras.
La Selección sexual es un tema tan apasionante que los mejores etólogos han gastado parte de su vida en tratar de responder a la pregunta. ¿Por qué la hembra elige a ese macho y no a otro?. Sus teorías son tan hermosas y geniales como la de Fisher: la hembra selecciona a los machos más vistosos para que sus hijos también sean seleccionados y ella de esa forma sea una madre y abuela feliz con mucha descendencia. Moller en 1991: la simetría de los machos es un buen exponente de su capacidad para cazar u obtener recurso y por lo tanto, un macho simétrico será el seleccionado.
Zahavi en 1977. Teoría del Handicap: Si un macho tiene un problema y, a pesar de él sobrevive, ese el mejor. Hay un muchas más y casi todas se adaptan más a una especie que a otra sin excluirse pero en resumen, nuestra kika seleccionará al macho que posea mas recursos, otorgue mejores cuidados parentales a los cachorros y tenga un status social elevado.
Todos estas exigencias de Kika se resumen de esta forma: ella busca al macho más apto, el que mejor resuelva los problemas de supervivencia y reproducción.
Grave problema el planteado por Kika en contraposición a las recomendaciones de los jueces del Club. Todos los criadores hemos visto con desesperación como nuestra perra hacía caso omiso del caro semental y terminaba siendo inseminada a la fuerza ante su insistencia en pelearse con él. Nuestra Kika es capaz de despreciar al Campeón y ofrecer su monta a un chucho callejero. Su elección es la adecuada, no le quepa al lector la menor duda, pero nosotros despreciamos la Selección Natural a cambio de otorgarle cuidados, evitarle la depredación y solucionarle los problemas de recurso. Sin esta ayuda, quizás Kika no estuviese entre ese 20% de elite que llegan sanos a la reproducción cuando se encuentran en libertad. ¡Cosas de la Simbiosis!.
¿Por qué Truco monta a cualquier hembra y kika es tan exigente?
Creo que el lector habrá averiguado la respuesta global a esta pregunta pero, yo quiero desmenuzarla en aras de la perfecta comprensión de nuestros compañeros de viaje.
En primer lugar, el macho de la especie canina es poligínico, es decir, en libertad su sistema de emparejamiento ideal sería el de varias hembras para él solo. Esto no quiere decir que lo consiga ya que la hembra se encargará de que el padre de sus cachorros invierta en ellos todo su recurso, protección y cuidados.
En segundo lugar Kika, como se dice en Etología, es un recurso escaso. En la Facultad hicimos los cálculos aproximados de las hembras que podían ser preñadas por un solo semental a lo largo de su periodo activo y resultó que un solo perro podría haber preñado a todas las perras que han nacido desde que se formó la especie sin más requisito que el de la fertilidad de todos sus espermatozoides. Kika solo podrá concebir unos 160 cachorros en toda su vida frente a los casi infinitos de Truco. El óvulo de Kika debe ser "mimado", los espermatozoides de Truco tienen poco valor porque hay muchos, la eficacia genética de Kika se basa en que esos pocos cachorros sean de la mejor calidad y la de Truco en tener muchos. Como dato curioso, en nuestra especie pasa algo parecido ya que un macho puede fecundar a todas las hembras nacidas desde Eva mientras una mujer solo puede concebir un máximo de 30 hijos. ¿Acaso el lector piensa por esto que somos los varones los seleccionados por la mujer y no los "conquistadores"?. ¡Acertó!.
El tema de la reproducción y de las conductas sexualmente dimórficas es tan importante en la vida de nuestros perros que merece una ampliación en siguientes artículos.
(1).- El dimorfismo sexual de una especie es la relación entre el peso del macho y el de la hembra. Aparte de esta diferencia corporal, aparecen conductas diferenciadas entre ambos especímenes. A esas conductas se les llama: sexualmente dimórficas.
(2).- La eficacia genética mide la capacidad que tiene un individuo para transmitir sus genes a la siguiente generación. Es una función de la Aptitud.

D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

24 de mayo de 2013

Mi querido adolescente

Mi querido adolescente
D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

Nuestro buen Truco ha comenzado a cambiar la boca de cachorro por la definitiva, sus conductas lúdicas y de exploración son cada vez más intensas, el miedo a lo desconocido hace que sus cerdas dorsales se ericen con frecuencia, ante una situación novedosa y su carácter ya es más que un boceto. ¡Está entrando en su periodo juvenil, es todo un adolescente!.
Todos los humanos que hemos pasado este periodo, lo recordamos como un desastre en cuanto a sentimientos, problemas familiares, cambios morfológicos y aparición de amores no correspondidos. Además, los hombres, en ese periodo echamos la barba, peleamos con los amigos en un lícito intento de competición y nos enfrentamos al sistema legalmente constituido. Las mujeres menos afectadas por la Testosterona y más por la Progesterona, realizan los primeros intentos fallidos de selección sexual, muestran menos impulsos que los hombres de abandonar el territorio y discuten más con sus madres para tratar de subir en el escalafón familiar. Nuestros padres, en esa época, se ven en la obligación de enderezar al "arbolito joven" para evitar que se tuerza y son capaces de darnos el cachete que no nos habían suministrado hasta la fecha. Realmente, nuestra biología de mamífero es la responsable de casi todo el desastre. ¿Por qué no iba a pasar lo mismo con nuestro cachorro de perro?.
Jugando a cazar.
El primer instinto que licitará nuestro perro con más intensidad, será el de la caza. Es lógico si pensamos que depende de ella para obtener recurso, resolver la supervivencia y elevar su tasa de aptitud. Caeríamos en un grave error si pensamos que podemos enseñarle algo en esa materia y pasaría lo mismo si opináramos que, porque sabe hacerlo, no es necesario que se la estimulemos. No olvidemos que es un depredador y que necesita para desarrollar su capacidad psicofísica, aumentar su habilidad venatoria instintiva. Para ese menester debemos utilizar un trapo de gamuza, una piel de conejo enrollada o un mordedor tierno. Su boca está muy débil como para que le demos tirones y nuestro proceder debe consistir en arrastrar el trapo por el suelo atado a una cuerda y simular que "la presa" está viva. Digo que lo haga por el suelo porque nuestro Truco desciende de cazadores de herbívoros y no de pájaros. Cuando note que está suficientemente motivado, deje que "mate " a la presa y se la lleve ganando, de esta forma, una pequeña batalla que elevará su autoestima de predador. Es muy importante el que, después de este juego, el trapo desaparezca hasta la sesión siguiente. Si realizamos con corrección y a diario este juego, tendremos mucho ganado a la hora de adiestrar a nuestro amigo.
Modelando el instinto de supervivencia.
Si ya come en armonía con los demás miembros de la "manada", caza y respeta las jerarquías, juega y se "codea" con el Superalfa, es el momento de enseñarle a evitar la depredación. En libertad, esta evitación consistiría en medir sus fuerzas antes de entrar en combate, resolver en poco tiempo, si vale la pena enfrentarse o retirarse, desarrollar toda su capacidad de comunicación agonística (1) y finalmente, en correr más que el depredador si decide que este es más fuerte que él. ¿Realmente puedo creer que estoy en condiciones de enseñar todo eso a mi cachorro?. ¡Ni falta que hace!. Todo eso se lo deben explicar los "especialistas", es decir, sus compañeros adultos. He visto a muchas personas que se reúnen para pasear y dar juego a sus perros, evitar el contacto de sus cachorros con otros perros adultos por miedo a que los primeros, sufran una lesión. Excepto algunos individuos especialmente peligrosos o "manipulados", no hay perro adulto capaz de atacar en serio a un cachorro y, mucho menos, de llegar hasta el acto final de agresión. La parafernalia de revolcones, gruñidos y carreras no es más que una lección de socialización interespecífica beneficiosa para el aprendizaje del que, en su día, será un Alfa pero que hoy no es más que un adolescente pretencioso. Recomiendo rotundamente, el socializar a nuestro cachorro con otros perros adultos de cualquier sexo. Descubriendo el mundo.
Hay quien mantiene la tesis de que un cachorro no debe abandonar el territorio familiar hasta que haya completado el periodo vacunal. Si extrapolamos esa creencia al ser humano, resultaría que los niños, que no acaban esta fase hasta los doce años, no deberían salir a la calle y, mucho menos, ir al colegio o guardería. Yo pienso que, si el calendario de vacunas es el correcto, nuestro cachorro no estará expuesto mas que nuestros propios hijos al contagio de enfermedades. Debemos enseñar nuestro mundo al buen Truco. Con cuatro meses debe saber cual es el entorno del territorio exterior y acostumbrarse a oler humos de gasolina, asfalto y cualquier agresivo químico. Debe adaptarse al caminar "caprichoso" de los humanos que casi nunca utilizan la línea recta en sus desplazamientos. Los pequeños depredadores humanos tratarán de acariciarlo o lisiarlo, las solícitas hembras adultas le hablarán en tono alto y timbre agudo y los machos viejos le suministrarán una patada si estorban en su camino. Todas esas pruebas, en compañía de su Alfa, son tremendamente beneficiosas para su adaptación al medio. Los bondadosos dueños serán el escudo de estas "agresiones", un escudo que no podrá detenerlas pero si amortiguarlas. Piense el amable lector que su perro tampoco desea vivir en una urna. Necesita desarrollar su aprendizaje súbito (2) y para eso, nada mejor que recibir información mas o menos molesta, de cualquier agente de interacción.
Trate de que su perro, en esta edad, se acostumbre definitivamente a ver en el niño un elemento neutro, a no tenerle miedo, a retirarse delante de él sin perder su autoestima jerárquica, a evadirlo cuando los juegos humanos se conviertan en cacerías violentas, a no ver en él un competidor territorial ni de recurso y, sobre todo, a considerarlo como un pequeño Alfa sin desarrollar. Estas lecciones de convivencia interespecífica solo pueden ser impartidas por un profesor especialista, el niño, cualquier niño.
Los cachorros humanos son más habilidosos que los adultos en el arte de inventar juegos y desastres, su capacidad cognitiva es más alta que la del perro, su resistencia física hace que los estímulos lúdicos se prolonguen el tiempo que sea necesario y, como no, su respuesta a la falta de subordinación, es más rápida y contundente que la de sus padres.
Nuestra única tarea en esta relación es ejercer de árbitros. Nuestra presencia es fundamental y necesaria a la hora de "cortar" el partido impidiendo la lesión de uno de los jugadores y, sobre todo, para decidir el momento de retirar a los equipos impidiendo el desgaste excesivo o la saturación de los contrincantes.
Hace cuatro años observaba el entrenamiento de un perro de raza Pastor belga (Malinois) para competir en el Campeonato del Mundo en la disciplina Mondioring. En la fase de defensa, el perro mordía a los figurantes que se aproximaban al dueño. Al ser dos los agresores, el animal debía decidir a cual atacaba y a cual soltaba para volver a morder, según la distancia que los separaba de su guía. El animal ladraba, mordía y sobre todo, segregaba tanta Adrenalina que casi se podía oler desde donde yo me encontraba. Su estado de excitación era tan alto que le costaba trabajo "oír" a su dueño. En este punto y, en medio del campo de batalla, apareció un niño de tres años armado con un palo de mas envergadura que él. Sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, le propinó al buen perro tal estacazo que partió el palo en dos sobre sus lomos. Después, lo increpó mientras se retiraba indignado hacia su padre que era uno de los figurantes.
No hubo por parte del perro, ninguna reacción de defensa hacia el agresivo cachorro humano. El magnífico ejemplar solo realizó una conducta de agresividad redirigida (3), es decir, se comió literalmente el palo antes de volver a entrar en defensa con los figurantes.
Yo no sabía si se trataba de algo preparado o espontáneo y, cuando pedí que me lo explicaran, el padre del airado cachorro, más asustado que su hijo, me comentó que no era la primera vez que el espontáneo defensor se escapaba y se metía en estos peligrosos trances. Mientras felicitaba al dueño del perro y al padre del niño, me explicaron que ese animal se dejaría tullir a garrotazos por cualquier niño. Su única reacción sería la huida o, en el peor de los casos, la que realizó sometido a la acción de la Adrenalina; una conducta redirigida.
¿Tengo que recordarte la jerarquía?.
Si hemos actuado hasta ahora, con cabeza y paciencia, nuestro animal sabrá exactamente cual es su sitio en el escalafón de la manada. Si por el contrario, nuestra conducta hacia él ha sido tibia o despreocupada, podemos encontrarnos un grave problema alrededor de los cinco meses de vida del cachorro. Por término medio, la fase de jerarquización se va fijando entre los cinco y seis meses a tenor de la raza, del individuo, del sexo y del entorno. En especímenes muy dominantes (sobre todo machos), mal jerarquizados y/o con dueños pusilánimes, se puede presentar la agresividad competitiva (4). En estos casos y, de forma imprevisible, el cachorro lanzará al dueño una comunicación agonística muy bien diseñada para que no quepa duda de que su intención es probar sus fuerzas con el, hasta ahora, líder. La intensidad de la comunicación puede ir desde un ligero gruñido hasta una demostración de colmillos. Si se ignora en ese momento, la siguiente será de más intensidad y así continuará hasta que hayamos perdido el control sobre el perro. Por lo tanto, hay que cortarla de raíz y a la primera. Desgraciadamente, esto es un combate en serio con nuestro buen Truco. Yo no puedo pronunciarme sobre el armamento que debemos utilizar pero debo decir que debe ser el adecuado para producir un efecto de derrota total. Hace diez años pasé un mal rato con uno de mis perros cuando él tenía seis meses. Desde entonces, Roco es el Alfa de la manada canina de mi territorio pero, el Superalfa, su dueño y su amigo, soy yo. Fueron dos minutos malos y diez años de alegría.
Descubriendo su sexualidad.
Un buen día nuestro cachorro, macho o hembra, se nos "engancha" a la pierna y comienza a realizar su paripé sexual. ¡No pasa nada, está sano!. Solo hay que convencerlo para que busque pareja entre los de su especie y no entre los de la nuestra. Un ligero empujón con la rodilla y un ¡Quita! es suficiente para enseñárselo en pocas repeticiones. Por el contrario, no debemos regañarle si lo intenta con otro perro ...¡Ya se encargará él de contárselo! Y lo va a hacer como lo hacían con nosotros en nuestra adolescencia, con una bofetada o con una aceptación. ¿Quién sabe?. Lo peor de la aceptación es el ridículo que correrá el buen Romeo en sus primeros lances de amor. No se preocupe, todos hemos pasado ese mal periodo obteniendo sanas experiencias. Las hembras alcanzarán su madurez con la primera menstruación o celo (entre los 7 y los 10 meses) y los machos, sobre el año. En esta época, nuestro Don Juan Tenorio nos meterá en otros problemas pero, si ha llegado hasta aquí y en buenas condiciones psicofísicas, debemos felicitarnos. En libertad, solo el 20% de los individuos, según Darwin, llegan a la fase de reproducción y son capaces de dejar copias genéticas.
(1). Las comunicaciones agonísticas son un conjunto de señales especialmente diseñadas para indicar la intención de lucha o defensa. Las más frecuentes son:

  • Erizamiento de las cerdas dorsales.
  • Ladrido ronco o gruñido.
  • Flexión de las extremidades.
  • Posiciones de la cola.
(2). El aprendizaje súbito tiene lugar cuando un perro es capaz de resolver un problema sin recurrir al método de ensayo y error es decir, es capaz de emplear información obtenida en un contexto, para resolver un problema surgido en un contexto diferente. Los adiestradores utilizan, para este concepto, la palabra "Resolución".
(3). La agresividad redirigida se produce cuando el animal lanza su agresividad contra otra persona, animal o cosa en vez de hacerlo hacia lo que le produce esa agresividad. Así, un perro es capaz de morder un palo con el que ha sido golpeado por su dueño ya que no "puede" atacar a su Jefe.
(4). Esta clase de agresividad aparece cuando el perro disputa recurso o escalafón con el humano u otro congénere. Es muy normal en perros dominantes y va unida a la acción de la Testosterona.

D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

22 de mayo de 2013

Criando a mi perro

Criando a mi perro
D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

Aún cuando en este artículo solo toque las primeras etapas vitales de nuestro perro, pienso que será el más complejo en su exposición ya que, los cuatro principales meses, en la vida del animal, son estos primeros que pasará con usted.
Debemos tener en cuenta que cada perro tiene un papel a desarrollar en la convivencia con su dueño. Así, el que va a ser utilizado como guarda personal, defensa o trabajo deportivo debe ser "modelado" con otros parámetros que los del animal de compañía pero, dado que la mayoría de estos simpáticos cachorros van a caer en manos de familias normales sin excesivas pretensiones de especialización, detallaré el método más lógico- científico en la cría de nuestro amigo y que no se oponga en absoluto, al destino que, en su día, queramos darle. Quiero decir que, esta crianza, es la deseada como base para cualquier especialización futura.
El primer y principal trabajo consiste en enseñarle a nuestro cachorrito cual es su territorio y su puesto en el escalafón familiar. Él necesita, como nosotros, un rinconcito de privacidad propio dentro de todo el territorio de la "manada". Cuando entre en casa, enséñele cual es el sitio donde debe dormir, comer y ponerse a salvo de los niños propios y ajenos, esconderse de las visitas y eliminar el estrés que, cualquier perro-bebé, necesita con elevada frecuencia. Tenga en cuenta asimismo, que ese será su sitio hasta que cambiemos de casa y no trate, por falta de planificación, de cambiárselo caprichosamente.
Su puesto en la jerarquía familiar tratarán de enseñárselo los humanos más pequeños sin que usted deba impedírselo. Quizás la única precaución que deba tomar es prevenir que los "profesores" atenten contra la integridad física del perrito, dejándolo lisiado, en el propio afán de su magisterio. No solo es aceptable que los niños jueguen con el cachorro, hasta cansarlo, sino que lo preconizo. La evidencia clínica enunciada por el etólogo español Xavier Manteca, muestra que, perros que no han tenido contacto con niños en los primeros meses de vida, son responsables en el futuro de conductas agresivas hacia ellos. Piense el lector que un niño es un cachorro humano y, por más que nos declaremos amantes del perro, su integridad es objetivo fundamental en el otorgamiento de nuestros cuidados parentales y que, cualquier atisbo de agresividad del cachorro hacia un menor, debe ser erradicado con contundencia.
En la vida del perro distinguimos varios periodos o etapas vitales:

    • Periodo neonatal.
    • Periodo de transición.
    • Periodo de socialización o crítico.
    • Etapa juvenil.
    • Periodo de madurez.
Si el perrito nos ha sido vendido por un buen criador estará en el de transición o en el de socialización y, su carácter habrá sido modelado por él y por la perra. En este tiempo no debemos tratar de adiestrarlo ni enseñarle nada que requiera esfuerzo ya que es como un bebé al que no se le puede exigir que resuelva ecuaciones. Insisto en que solo debemos educarlo en la jerarquía y el territorio. Si el perro crece, sin tener claros estos conceptos, será un animal inestable y potencialmente peligroso.
Aparte de la inestimable colaboración de los infantiles profesores aficionados nosotros, sus dueños adultos, trataremos de estimular su gregarismo y enseñarle su sitio y forma de actuación en nuestra familia.
A la hora de comer.
El perro siempre debe comer en el mismo sitio y a la misma hora mientras dura su crianza. Jamás se le debe dar ningún alimento fuera de su escudilla o mientras comemos nosotros ya que esta sería la mejor forma de hacerlo un maleducado pedigüeño. La regularidad en la hora viene impuesta por su respuesta fisiológica. El perrito tiende a defecar pasados diez o veinte minutos de su comida. Sabiendo esto, no tenemos más que llevarlo, a esa hora, al sitio donde queremos que defeque de ahora en adelante. Cuando lo haga, alábelo siempre con las mismas palabras y en el mismo tono. ¡Muy bien! o ¡Bravo!.
Mientras se le suministra el alimento, los miembros de la familia y concretamente los niños, deben acariciarlo y jugar a quitarle la comida para posteriormente, devolvérsela. Con esto conseguiremos dos objetivos. El primero es aumentar la voracidad del animal incidiendo en su capacidad de alimentación per se (1) evitando uno de los problemas molestos para el dueño que ve inapetente a su perro adulto. El segundo es demostrar al cachorro que él se alimentará cuando nosotros queramos y no cuando le apetezca. Esta práctica de otorgamiento de recurso es una de las bases de la jerarquización temprana al igual que el suministro controlado del agua.
Algunos cachorros de tres o cuatro meses y de carácter excesivamente dominante, tienden a gruñir cuando tratamos de retirarle la comida. En ese caso, se le retira con más brusquedad a la vez que le golpeamos ligeramente en el hocico. Solo se le dejará comer cuando acepte este juego, incluso con los niños. Tenga en cuenta que, a esta edad el cachorro tiene muy poca capacidad de agresión y casi ninguna de provocar una lesión.
Cuando acepte de buen grado esta jerarquización, lo dejaremos comer a la vez que lo acariciamos y lo premiamos con la voz. Los niños, si los hay, deben estar siempre presentes en estas manipulaciones e intervenir como actores principales de la comedia.
Enseñándole la negación.
El cachorrito aprende con facilidad a detectar el estado anímico de su dueño pero es necesario, enseñarle una palabra que él asocie a nuestro descontento. Esa palabra es. ¡NO!. Hay que dársela en un tono mas elevado que la de ¡Muy bien! y si pensamos que no la asocia con rapidez, la acompañaremos de un ligero golpe en el hocico (siempre con la mano).
Cuando crezca y, si le regañamos siempre por las mismas cosas y castigamos por los mismos desastres, conseguiremos que el perro entienda el bien y el mal sin tenérselo que explicar todos los días y de forma más contundente.
¿No puedo adiestrarlo en ninguna orden?
Bajo ningún concepto debemos enseñarle habilidad alguna hasta que haya completado su madurez psicofísica. Eso no quiere decir que no lo estemos educando constantemente en sus órdenes básicas como son el conocimiento de su nombre, la llamada y la sugerencia de que se retire a su sitio y no moleste. Enseñándole su nombre.
Debemos nombrar a nuestro perro con una palabra seca, sonora, corta y en las que aparezcan, a ser posible, las consonantes K, R, T y las vocales A , O. Diversos experimentos demuestran que una palabra onomatopéyicamente correcta, facilita enormemente la capacidad de comprensión y adaptación al lenguaje humano del perro. Uno de mis perros, Roco, ha llegado a entender cerca de cien vocablos (en diez años) pero he tenido que enseñarle, por ejemplo, que los pájaros de mi aviario se llaman KIKOS y la leña que él debe aportar a la chimenea son TRONCOS. Si le digo "Troncos a los kikos" comenzará a llevar leña al aviario hasta que lo felicite y libere de la orden. Esto parece cosa de brujas pero, realmente, es un condicionamiento básico aunque mantenido durante diez años. Supongamos que hemos decidido que nuestro protagonista se llame, de ahora en adelante, TRUCO. Vamos a enseñarle a que venga y contacte con nosotros cada vez que emitamos ese sonido.
Llamando a Truco.
Para enseñar a nuestro cachorro a que venga cuando nosotros que ramos, debemos utilizar el Condicionamiento Operante, es decir, vamos a hacer una adquisición de hábito basada un poco en la paciencia y un mucho en la Ciencia. Llamaremos al perro con voz suave y jovial (nunca lo llame para castigarlo), acompañaremos la voz de ¡Truco! con unas palmadas mientras nos inclinamos hacia él y esperaremos a que "se le ocurra" venir. Cuando esté a nuestro lado lo acariciaremos efusivamente e incluso, le daremos una pequeña porción de golosina. Para este trabajo necesitamos que el animal tenga hambre y que la golosina sea lo suficientemente pequeña para que no se sature su instinto de alimentación. Se sorprenderá de lo rápido que aprende a venir y de lo "listo" que es el alumno.
Supongamos que ya viene cada vez que lo llama pero que no toma contacto con usted, es decir, no llega a tocarlo sino que se mantiene medio metro alejado de su pantalón. Dejaremos de acariciar y acercaremos la golosina a nuestra ropa hasta que el hambre y la necesidad de caricias lo venzan y toque nuestra pierna. Inmediatamente le suministraremos su premio y le diremos: ¡Truco, muy bien!. Pocas repeticiones bastan para que lo entienda.
Insisto en que nunca llame al perro para castigarlo porque destrozaríamos, para siempre, el trabajo. Si hace una faena y, al llamarlo viene, debemos premiar su acción y olvidar la fechoría. Por otra parte, si decide castigarlo, no lo llame, vaya hacia donde está él y regáñelo con el ¡NO!.
¡No molestes, vete a tu sitio!.
Si desde que llegó a casa él tiene una manta, transportín, rincón o cualquier "pequeño territorio" donde se sienta a cobijo de calamidades, coma, duerma y se tranquilice, observará que la conducta de "retirarse" la ejecuta con espontaneidad. Solo tiene que inventar una palabra como ¡SITIO! y hacérsela llegar mientras él se retira. Cuándo se eche en su rincón, alábelo con ¡Muy bien, SITIO!. No se preocupe del tiempo que tarde en aprenderlo ya que usted está grabando en su "disco duro" palabras imborrables a lo largo de su vida. En el siguiente artículo veremos la segunda fase de la educación de su cachorrito cuando este se acerca a su adolescencia. Mientras tanto no se canse de jugar con él y sobre todo, no impida que cualquier niño se le acerque e incluso lo toque y juegue aunque no sea de su familia.
(1) Los perros, como todos los animales gregarios, se alimentan per se y por actividad de alimentación.
La primera forma implica hambre y necesidad de recurso. La practica el animal que tiene una necesidad imperiosa de consumir alimento para cubrir sus necesidades biológicas.
La actividad de alimentación consiste en alimentarse porque ve hacerlo a los demás miembros del grupo aunque su necesidad de alimentación no sea perentoria. Suele ser una terapia adecuada el hacer comer a un perro inapetente junto a varios compañeros hambrientos de tal forma que, estos estimulen a comer al primero, con su amenaza de consumir su ración al acabar la suya.

D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

20 de mayo de 2013

La Estrategia del Burgués

La Estrategia del Burgués
D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

El handicap más grave que se nos presenta a quienes tratamos de aplicar la Etología al perro es que esta noble especie, no solo está humanizada sino que se adapta y evoluciona en un estadío paralelo al de la nuestra. Ellos dan soluciones variables a los problemas de supervivencia y reproducción y, al igual que nosotros, "aprenden" con más rapidez que los demás mamíferos.
Hace unos años realizamos un estudio comparativo entre especies de cánidos libres y los nuestros. Realmente, las predicciones no se cumplían o, por lo menos, no con el margen de fiabilidad que requiere cualquier tipo de experimento. Las variables que aparecían como la Neotenia, la adaptación al nicho trófico, la variación de sus organizaciones jerárquicas y la misma humanización del perro tiraron por tierra el análisis de varianza. Aún así, sería lerdo el pensar que nuestros perros nada tienen que ver con sus antepasados. Si mantienen un 99,8% de su ADN mitocondrial igual al del Lobo también es lógico suponer que su conducta no estará tan lejana de la de su pariente más próximo.
El experimento en cuestión estudiaba las estrategias de lucha del perro doméstico y, aunque las hipótesis no llegaran a cuajar, si pudimos extraer una generalidad coincidente con la teoría de Maynards Smith publicada en 1978. Este etólogo, después de observar a los individuos en libertad, definió dos tipos de conductas o estrategias de lucha, la del Gavilán y la de la Paloma. La primera consiste en pelear siempre y la segunda en exhibirse a ver si cuela y si no, retirarse. Asignó a una herida un coste y a un display de exhibición, otro coste muy inferior. Aplicó a su modelo matemático una matriz y llegó a la siguiente conclusión:
O en una población hay individuos que siempre se comportan como gavilán y otros como paloma, o el mismo individuo lo hace siete veces como gavilán y cinco como paloma.
Si lo extrapolamos a nuestros perros deberíamos encontrarnos con individuos que siempre están dispuestos a pelear incluso con el humano extraño y otros, que por más grave que sea la agresión, solo aciertan a ladrar antes de escapar o esconderse debajo de su dueño. La solución de actuar siete veces de una forma y cinco de otra es muy compleja y Smith dedujo que debería haber otra, la del Burgués que consiste en que un individuo se portará como gavilán cuando sea el dueño del recurso o territorio y como paloma cuando sea el intruso. Esto es mucho más lógico y al aplicar la matriz a esta nueva conducta, llegó a la conclusión de que, en una población en la que existan las tres estrategias, siempre vencerá la del burgués.
Analicemos a nuestros perros sin entrar en la manipulación a la que se somete un perro de competición deportiva. Este mundo aparte de apasionante, es una escuela de habilidades humanas en las que el perro condicionado, debe morder a un traje o manga y distinguir entre "buenos y malos".
Hay perros sin tocar que, al testarlos de jóvenes cara a su posible dedicación a defensa o guarda, parecen licitar siempre conductas agresivas hacia el figurante y otros que, cuando chasquea el látigo, toman las de Villadiego o, si no pueden, se esconden tras el dueño. Para muchos adiestradores, los buenos son los primeros y los otros desechables. Si obviamos el contexto de la agresión, el lugar, la edad del cachorro, el estado de su boca, la conducta del dueño, la capacidad de administrar la comunicación agonística del figurante, el estrés, el territorio y muchas otras variables, nos estamos cargando la posibilidad de encontrar un perro burgués y, precisamente ese es el que necesitamos.
¿Alguien puede creer que un buen perro es aquel que muerde a la primera comunicación aversiva?. Los que piensen así deben recordar que nuestros niños son artistas en comunicaciones agonísticas perreras y, no por ello, reos de mordida a manos del Gavilán.
¿Acaso es un excelente animal el que hace el paripé, ladra y realiza el display de sujetarme, que lo mato?. Cuando vienen los palos dejan al dueño vendido y toman el camino del monte. Me acuerdo cuando hace años vimos un perro adulto comiéndose la tapicería del coche de su amo cada vez que nos acercábamos. Realmente daba miedo la guarda que hacía el buen gavilán. Cuando le abrimos la puerta, la buena paloma se fue como alma que lleva el diablo abandonando vida y hacienda.
¿Nos quedamos entonces, con el burgués que actúa como gavilán cuando están en juego sus amos, progenie, hembra o territorio y, como paloma, cuando lo que se juega es la retirada ante un indefenso cachorro humano?. Yo, particularmente, sí.
En libertad, el cánido que siempre presentase pelea y llegase hasta el final, no duraría mucho. El coste de las heridas es tremendo y, muchas veces lo imposibilitarían para cazar o defenderse anulando, de esta forma, su eficacia genética. Por otro lado el que ladra y si no cuela, se retira, podría mantener en precario, su eficacia pero, su éxito sexual y acceso a recurso se verían tan mermados que, en pocas generaciones, desaparecerían sus genes. Este concepto es la propia adaptación del individuo y el motor de la Evolución. Si nosotros podemos conseguir que nuestro amigo sea un burgués adaptado, ¿por qué conformarnos con otro?.

D. Antonio Pozuelos J. de Cisneros

14 de mayo de 2013

Las manipulaciones, contenciones y juegos de guerra

Cuando nuestra Kika se convierte en madre -estado supremo del animal- su imprinting maternal gobernado por hormonas como la Oxitocina, obrará maravillas en su capacidad docente hacia los nuevos "contenedores" de sus propios genes. Es increíble la enseñanza que un buen observador puede obtener de Kika cuando ella, amén de madre, se convierte en maestra de sus cachorros, en formadora de hijos y profesora de la universidad de la vida en la que estos tratan de navegar desde el momento de la rotura de su cordón umbilical.
A estas alturas, ustedes saben muy bien que todo lo que hace un animal está encaminado a optimizar su tasa de aptitud y por ende, a trabajar para que el máximo número de sus genes pasen a la generación siguiente. Pero… ¿Que pasaría si sus cachorros muriesen si perpetuar esos genes en generaciones venideras? Pues simplemente que Kika habría trabajado e invertido en un negocio ruinoso en el que el padre Truco perdería también como progenitor y pareja. Si sus hijos mueren no se perpetuarán en la especie.
Para llegar hasta aquí, hasta el momento en el que Truco y Kika tienen su camada, tanto uno como otro han tenido que sobrevivir, evitar que los depreden tanto otros animales mayores cuando están en libertad o unos simples virus cuando son domésticos, cortejar, copular, gestar y parir. ¡Una tremenda inversión! Imagínense que ahora, por no criarlos adecuadamente, por no enseñarles a vivir en un mundo hostil o por no enseñarles a obtener recurso, toda esa inversión se pierde. Truco y Kika serían un desastre como individuos de su especie.
Partimos de la base de que tanto uno como otro son especimenes adaptados a la selección natural o artificial en este caso. Ellos "saben" muy bien como tienen que criarlos, sacarlos del nido y enseñarles a obtener recurso. El resto del ciclo, si sus hijos son aptos, será un problema de ellos, no de Kika.
Pero hay un hándicap añadido a esta necesidad de adaptación de nuestros cachorros y es que sus padres podrían enseñarles todo lo que necesitan para sobrevivir en libertad pero no para vivir al lado de Homo sapiens y de su temible selección artificial. En eso, nosotros tenemos que echar una mano a nuestra pareja para que la escuela sea completa y los profesores de sus hijos, los mejores.
La manipulación neonatal, por parte del criador, consiste en ampliar y completar las que la madre otorga por sistema y dentro de los cuidados parentales, independientemente de que pertenezca a especie doméstica.
Así mismo, se introducirán otras y se ampliarán las que entendamos que contribuyen al desarrollo intelectual del cachorro, las que beneficien a su sistema inmunológico y las que estimulen su capacidad gregaria con nuestra especie.
Debo hacer hincapié en el concepto de que Truco no participará casi nunca en ese otorgamiento de cuidados parentales porque, como saben, el cambio de sistema de emparejamiento desde la forma salvaje al perro doméstico, es decir, de monogamia a poliginandria o promiscuidad moderada, no da certeza de paternidad al macho por lo que este se inhibe de la cría de hijos que pueden no ser suyos.
No me extenderé en explicarles las manipulaciones neonatales, en las que nosotros podemos intervenir, porque ya lo hice en un artículo anterior. Solo les voy a indicar aquello que es absolutamente necesario en la formación del cachorro para la convivencia ínter específica. Nosotros debemos utilizar a nuestro favor todos aquellos conceptos que hayan sido exitosos, comprobados y promulgados científicamente.
La jerarquización como factor de supervivencia
En un artículo anterior que titulé: "La estrategia del burgués" veíamos como frente a un problema de lucha por competencia de jerarquías, los animales –incluidos los perros- utilizaban tres clases de estrategia: la del gavilán, la de la paloma y la del burgués.

Así, un perro gavilán siempre estará dispuesto a la pelea con cualquier congénere y casi siempre con el humano aunque sea su dueño. Disputará recurso y estatus y tratará de colocarse en el primer puesto del escalafón a costa de lo que sea. Sabemos que en libertad esta estrategia no sería adecuada porque el animal, a base de enfrentamientos, no conseguiría llegar a la edad adulta y que en domesticidad el perro sería una fuente de conflictos para su dueño.

La estrategia de la paloma consistiría en exhibirse a ver si cuela y si no, retirarse de la pelea. Tampoco sería beneficioso para cualquier animal que pretendiese mantener recurso, estatus o simplemente realizar una defensa de su territorio o dueño.

Sin embargo, la del burgués es la más apta y trata de que el perro se comporte como un gavilán cuando defiende a su progenie, territorio o dueño y como paloma cuando se trate de una pelea que no le aporta nada aún cuando la gane.

Pues bien, todos estos roles o estrategias se comienzan a jugar en el seno de la camada y entre los hermanos. Habrá entre los cachorros el que tienda a gavilán o el que adopte la estrategia paloma pero una buena jerarquización entre ellos, les enseñará a ser más burgueses que otra cosa. Decimos en España que siempre hay alguien más chulo que uno mismo y esa enseñanza, de no darse al perro, hará que el día de mañana no sepa medir sus fuerzas y trate de emplearlas sin medida incluso con nosotros mismos.

Estas mismas normas de respeto hacia la jerarquía si no nos la dan a los seres humanos, en el seno de nuestra familia, nos convertimos en seres indeseables, pendencieros y carentes del más mínimo respeto por los mayores. No olvidemos que nosotros, aunque pertenezcamos a la especie elegida, no podemos desprendernos de los fundamentos biológicos de nuestra conducta.

La jerarquización de la que hablamos se consigue en el seno de la camada mediante las contenciones y los juegos de guerra.

La contención activa y la pasiva
Más que castigo, el término contención nos lleva al concepto de impedir la conducta agresiva ya sea mediante una inmovilización o manipulación (activa) o impidiendo la conducta del perro mediante lenguaje corporal o alarde de fuerza y recurso (contención pasiva).
Cuando en consulta tratamos un típico caso de agresividad competitiva comenzamos por establecer en los dueños una línea de conducta, hacia su perro, basada en las contenciones pasivas. Si esto no funciona pasamos a las activas. Supongamos que una señora se queja de que su perro le gruñe cuando se acerca a él mientras come. La primera recomendación, en este caso, sería la de retirarle inmediatamente el plato de comida e incluso, el bebedero.
De esta forma le enseñamos quién es el dueño del recurso pero, si se tratara de un cachorro el que gruñe le recomendaríamos que lo pusiese boca arriba, sujeto por el pecho y no lo soltara hasta que desapareciera la actitud ofensiva. Como es lógico, un cachorro es menos peligroso y más manejable que un perro adulto y por ello tratamos de evitar el enfrentamiento directo con este mediante contenciones pasivas.

Una constante exhibición de nuestro poderío ante nuestro perro convence a Truco, desde pequeño y sin necesidad de enfrentamientos, de que nosotros somos líderes y además, líderes ínter específicos.

Las contenciones activas y pasivas deben ser ejercidas sobre nuestros cachorros desde el periodo de socialización y con una intensidad variable dependiente del grado de dominancia que presenten. Por supuesto, el factor racial es muy importante a la hora de graduar la intensidad de las contenciones. No necesitará, por tanto, la misma intensidad y frecuencia un cachorrón de Labrador que un echado para adelante Pastor alemán.

No obstante lo expuesto, a nuestro buen Truco no le vendrá mal el que usted le enseñe a no comer hasta que reciba la orden de hacerlo. Además de aumentar su educación conseguiremos un excelente control sobre uno de sus principales instintos; el de supervivencia y, más concretamente, sobre el secundario de obtención de recurso.
Los juegos de guerra son un compendio de las enseñanzas específicas que cualquier animal necesita para desarrollar aquellos instintos que le llevan a la solución de los problemas de supervivencia.
Cuando digo "enseñanzas" no olvido el que la conducta es una interacción compleja entre genes y medioambiente, es decir, nuestro Truco viene "preparado" genéticamente para hacerlo pero sus hermanos, primos y familia deben ayudarle a depurar la técnica que le permitirá sobrevivir tanto en un medio libre como doméstico.
Es impresionante observar como entre los hermanos, y en el periodo de socialización, se entablan auténticas batallas para obtener ese juguete o esa golosina que nosotros intencionadamente introducimos en su parque. No es ni más ni menos que la expresión de una disputa por el recurso.

Cuando sin motivo aparente, dos cachorros se enganchan en una pelea larga y que siempre acaba con el abandono de uno de ellos, no tenga usted duda de que lo que se disputa es el estatus o rango social. En otras ocasiones, uno o varios cachorros salen disparados para cazar algún chisme que se mueve – o que nosotros hacemos que se mueva- y no paran hasta cazarlo y "rematarlo".
Fíjense en que están completando todas las secuencias de la conducta compleja de caza: deambulación, detección, persecución y rastro, apresamiento, "muerte" de la pieza, manipulación, ingesta, porteo y/o enterramiento.
Esta conducta es totalmente necesaria, pertenece a su bagaje filogenético y no somos quienes para reprimirla o anularla aunque en ello nos vaya una zapatilla o nuestro periódico favorito.
Algunas veces nuestro cachorro es acometido por un adulto en el parque y sometido a un buen revolcón del que sale chillando como una rata. Si completan la secuencia, y no se asustan demasiado, verán como el joven guerrero derrotado no tarda en hacer buenas migas con el abusador y acaba lamiéndole las comisuras de la boca. ¡He entendido la lección!¡Ahora juega conmigo y trátame como a un cachorro que pide comida a un buen cazador y valiente guerrero! Lo normal es que el adulto "educador" abandone su agresividad, mediante esta señal de apaciguamiento, y olvide las pretensiones del potencial guerrero.
Considero necesarias todas estas lecciones en el desarrollo de nuestro Truco y, si me apuran, las considero imprescindibles, tan imprescindibles como las que debería recibir nuestro cachorro humano. Deberíamos enseñarle cual es su puesto en el escalafón familiar, en la sociedad y en el mundo.
Quizás de esa forma, algunos de nuestros cachorros de Homo sapiens no agredirían a sus compañeros, no ofenderían a sus profesores, respetarían a sus padres y, sobre todo, trabajarían para obtener un recurso necesario para su supervivencia en vez de tratar de obtenerlo siempre de los padres o de la sopa boba. Todo este compendio de enseñanzas es, ni más ni menos, que la jerarquización imprescindible en cualquier especie, incluida la nuestra.
Entiendo, por otro lado, que eso de jerarquización es una palabra políticamente incorrecta pero como ustedes saben lo que pienso al respecto, les ruego que se la apliquen a su cachorro de perro porque, respecto al de Homo, son ustedes muy libres.
Truco necesita de todas estas enseñanzas, sus hijos también pero al ser este artículo de Etología, solo puedo aconsejarles que proporcionen a Truco lo que la selección artificial y las corrientes de moda le van quitando; su alma de especie.